Prologue from Almanaquede los Leñateros (1987)
taller leñateros
We are the ones who walk through the mountains gathering dry branches and dead wood
from fallen trees, making firewood without cutting down the forest. We descend from the mountain
carrying bundles of resinous, aromatic pine wood and split oak on our head straps for the stoves
of Ciudad Real. We walk through the mist with our donkeys, selling firewood from house to house.
We knock on doors and also offer pine needles to adorn the floors, bromeliad flowers,
moss, and orchids for the nativity scene.
In the backyard bonfires, huge pots boil with dried corn husks, maguey fibers, gladiola stems,
palm leaves, recycled huipiles, banana stalks, and God knows what other raw materials
to make paper. There are baskets full of papyrus, vines, lichens, and moss. We crush the fibers
in a mill that spins thanks to the power of a bicycle. We lay the paper out in the Sun and, as it dries,
we print poems on oak leaves and pansy petals.
Los Leñateros arrive at the workshop door. They bring a load of madroño to feed the fire.
They bring withered flowers from the temple and the sedge danced and trampled on yesterday
at some party. They carry vines, lichens, banana leaves, cornfield leftovers, common baby’s breath,
mallow flowers, bean pods, maguey leaves, rushes, coconut shells, gladiola stems, palm fronds, grasses,
papyrus, marsh grasses, and bamboo, along with paper and old clothes. The raw material of dreams is
almost always something that “isn’t useful.”
This text was first published by Taller Leñateros in the 1987 edition of Almanaquede los Leñateros. It was translated into English by Tamara Valdez and republishedhere with permission by Javier Silverio, director of Taller Leñateros.
Prólogo del Almanaquede los Leñateros (1987)
taller leñateros
Somos los que caminamos por el monte juntando ramas secas y madera muerta de los árboles caídos
haciendo leña sin talar el bosque. Bajamos de la montaña cargando con mecapal manojos de ocote
y encino rajado para los fogones de la Ciudad Real. Andamos entre la niebla con nuestros burros
vendiendo leña de casa en casa. Tocamos las puertas y ofrecemos también hojas de pino para
adornar el piso, flor de bromelia, musgo y orquídeas para el nacimiento.
En las hogueras del traspatio hierven enormes ollas de totomoxtle, pita de maguey, tallos de gladiola,
hojas de palma, huipiles reciclados, cepas de plátano y sepa Dios qué más materia prima
para ser papeles. Hay canastas llenas de papiro, lianas y líquenes y musgos. Trituramos las fibras
en un molino que gira gracias a la fuerza de una bicicleta. Tendemos el papel al Sol y, mientras se seca,
imprimimos poemas en hojas de roble y pétalos de pensamiento.
Los Leñateros llegan a la puerta del taller. Traen una carga de madroño para alimentar al fuego.
Traen las flores marchitas del templo y de la juncia zapateada ayer en alguna fiesta. Cargan bejucos,
líquenes, hojas de plátano, rastrojos de milpa, velo de novia, majagua, vainas de frijol,
pencas de maguey, juncos, conchas de coco, tallos de gladiola, frondas de palmera, pasto, papiro,
zacatón y bambú, junto con papel y ropa vieja. La materia prima de los sueños
es casi siempre algo que “no sirve”.
Este texto fue publicado por primera vez por Taller Leñateros en la edición de 1987del Almanaque de los Leñateros. Fue traducido al inglés por Tamara Valdez yrepublicado aquí con el permiso de Javier Silverio, director de Taller Leñateros.